sábado, 20 de marzo de 2010

Sin miedo a volar cuando aconsejan tener los pies a ras de suelo





A veces es difícil echar volar cuando todo lo que te rodea te aconseja mantenerte con los pies en tierra. Es complicado. Escuchar consejos, escucharte a ti mismo en una continua negación. Complicado echarle valor, complicado emprender el vuelo, complicado incluso hacerse con unas alas.

El miedo te paraliza, aunque en realidad lo que quieres hacer es volar y alejarte todo lo posible del suelo. Será ese instinto de supervivencia, ese lado racional que todos, en mayor o menor medida tenemos, el que nos indica que no es bueno emprender el vuelo, que es mejor no arriesgar, que es mejor quedarse como estás. ¿Pero quién dijo miedo? Volamos gracias a que muchos lo intentaron y muchos cayeron. Lo difícil es ser uno de esos valientes que se calzan sus alas y empiezan a batirlas sin saber si después de subir un par de metros caerán o seguirán volando. Esa incertidumbre es la que nos hace, quizá, mantenernos con los pies en la tierra. Pero también es esa incertidumbre la que impulsa a los valientes a volar. La posibilidad de que algo pueda salir bien cuando el porcentaje de acierto es mínimo, pero existe. La esperanza en esa existencia es lo que impulsa a avanzar. Si no lo intentas no conoces qué posibilidades tienes tú y no una absurda estadística. Ahí está el principio de incertidumbre, ese de que todo observador, por el mero hecho de observar ya influye en el experimento ... ¿Quién nos puede asegurar que ese porcentaje no será mayor si somos nosotros los que lo intentamos?

Lo complicado, lo realmente difícil, es saber si uno está en el bando de los valientes o de los cobardes. A todos, por supuesto, nos gustaría estar en el lado de los valientes, pero no es un lado cómodo. Si el vuelo sale bien, entonces perfecto. El valiente además es un héroe. Pero si el vuelo sale mal ... el valiente además del golpe por la caída recibe miles de críticas, esos “ya te lo advertí” que todos hemos escuchado alguna vez.

Ahora, que todo aconseja mantener los pies a ras de suelo a mi me apetece volar, aunque no tengo claro si caeré, pero posiblemente, quedándome en tierra también haya caído. ¿Por qué no arriesgar? ¿Por miedo a perder? ¿A perder qué? ¿Lo que seguro que no conseguirás si sigues quieta?
Somos raros ...

Hace unos cuantos años, cuando todo aconsejaba no volar y quedarse en tierra yo me calcé mis alas y volé. Volé lo más alto que pude y, aún sin saber el resultado, mi antiguo jefe (al que desde aquél día cogí cariño) me mandó una postal en la que me decía: “el mundo es de los valientes y tú acabas de convertirte en uno de ellos, no lo olvides, pase lo que pase”.

En este momento me gustaría continuar en ese bando de los valientes, aunque en todo caso, mis alas de momento no son sólo mías.

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