Casi se cumplen cinco meses desde que César se fué y en ocasiones me parece que fue hace muchísimo más tiempo y otras no tanto.
El otro día, nos juntamos varios amigos y familiares en un homenaje que otros tantos amigos le hicieron. Nada mejor para recordar a nuestro César que un escenario y música. La verdad es que fué un concierto muy emotivo, aunque ninguno hubieramos querido tener que ir por ese motivo. Cada grupo que cantó, a su modo, le ofreció lo mejor, aunque nada triste, nada serio, todo muy Arrarás ...
Allí estaba Vicky, rodeada de su familia y amigos, con sus dos niños. Ahí estaba, aguantando el tirón. Ahí estaba, aguantando donde algunos casi no pudimos aguantar. Fuerte y con una sonrisa en los labios, que seguro le estaba costando la vida. Pero ahí estaba.
Como ella dice, vive una doble vida: la de madre corage de día y viuda de noche. La de la sonrisa y las fuerzas que son la cara y la del llanto y la desesperación que son la cruz y que pocos, muy pocos ven.
César era todo un personaje: buena persona, buen amigo, buen marido, buen padre, buen hijo, bueno sacándonos una sonrisa (cuanto menos) cuando la necesitábamos. Grande como persona. Grande, sin más. Y supongo que los grandes, por ser grandes saben elegir con quien quieren pasar su vida y César eligió muy bien.
Vicky, aunque viva una doble vida como dice, al menos saca las fuerzas para vivir esa segunda vida que ahora ni le apetece.
Todo gran hombre tiene una gran mujer a su lado y ahora pienso que cuando ese hombre se va, la grandeza de esa mujer se multiplica por dos.
César, tu mujer los tiene muy bien puestos.
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