Llega un día en que todo lo visto, vivido y sentido cobra su verdadero significado. Llega un día en que, sin esperar, las cosas aparecen ante ti tal y como son, sin disfraces. Llega un día en que ese día llega. Y ya no te sienta como un jarro de agua fría. No, ya no. Hace algunos años, quizá algunos meses, puede que hace semanas o incluso días sí lo hubiera hecho, pero algunas veces las cosas llegan cuando deben y se presentan ante ti como deberías haberlas visto y como te negabas a hacerlo.
Pero ese día llega y no te sientes mal. Sientes paz. La paz que siente el guerrero tras la batalla. Ese descanso que llevabas años buscando sin saberlo y una vez encontrado te preguntas cómo has podido vivir sin él.
Hay personas que se pierden una vez porque quizá se han equivocado de camino. Les ayudas a volver y curas sus heridas si lo necesitan. Pueden que se pierdan dos veces. Y vuelves a ayudarles. Pero llega un día, ESE día en que descubres que lo que quizá quieran es perderse. Llega un día e n que dejas de estar para quien se pierde y no te sientes culpable por ello. Y ese día ha llegado.
No volveré a rescatarte, porque después de tanto tiempo deberías conocer el camino de vuelta.
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