Los sonidos y los olores se nos meten en la memoria sin darnos cuenta. Los almacenamos sin ser conscientes. No los echamos de menos porque están ahí, hasta que volvemos a escucharlos u olernos y es entonces cuando nos percatamos de que nos han faltado por un tiempo.
Me ocurrió por primera vez con el mar. Como suele decirse, no le había echado cuenta. Para mi, que soy de una ciudad con mar, era algo cotidiano, algo que estaba allí, algo en lo que no había que reparar. Un día, en Granada, me desperté con una sensación de ahogo, sin motivo aparente. No supe lo que era hasta que de pronto lo supe: me faltaba el mar. Es difícil de explicar para quien no lo ha sentido en propias carnes. La gente de montaña dice que la montaña se echa de menos y a los de mar nos ocurre lo mismo. He descubierto, con los años y la ausencia, que mi límite máximo está en tres meses. A partir de ahí necesito mar. Verlo, olerlo, sentirlo cerca. Viviendo en Madrid me quitaba el mono de mar yendo al retiro. El olor del estanque, y ya sé que no es de lo mejorcito, no sé por qué extraña razón me aliviaba.
También, descubrí algo en lo que no había reparado. Un sonido grabado durante años del que no tenía consciencia: el sonido que los cabos de los barcos hacen al golpear con el mástil cuando sopla el viento. Es un sonido metálico. Ni sabía que existía ... hasta que un día, en un puerto sin mar, lo escuché. Era el mismo sonido, pero lo hacía la cuerda de una bandera al golpear contra el mástil. Era un sonido muy familiar, pero en un contexto muy distinto. Entonces fue cuando descubrí que ese sonido estaba asociado a mi vida sin saberlo.
Ahora, tan al norte, echo de menos las palmeras. Como con todo, no me había dado cuenta de que por aquí no había hasta que volví a casa y vi que todo eran palmeras ... ¿cómo no me he dado cuenta? La verdad, observo mucho, pero me percato de poco ...
Supongo que algún día, cuando me vaya de aquí, iré dándome cuenta te de todo lo que se ha ido grabando en mi memoria y que ahora ni siquiera intuyo. Supongo, cuando me vaya, pero no creo que lo añore.
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