domingo, 5 de julio de 2009

El perro de Palov, mi amigo y el móvil.

Hoy un amigo me ha contado una historia rocambolesca que él sólo se ha montado en la cabeza, en principio sin motivo aparente. La historia por supuesto tiene pies y cabeza, pero hay que buscárselos y mucho. Vamos, que de varias opciones esta sería la última y a mucha distancia de las más probables, pero ... tiene sus motivos.

Cuando Palov hizo sus experimentos con el pobre perro, para dejar constancia de que frente a un estímulo actuamos de una manera determinada, podía haberse fijado un poco en las personas que le rodeaban y haber dejado al pobre perro en paz. Porque todos frente a los estímulos, actuamos y casi siempre de la misma forma.

No hablo de estímulos positivos en este caso, si no más bien lo contrario. Ante cualquier mala experiencia aprendemos y quizá la segunda vez que nos ocurra estamos más alerta y quizá, como es el caso, ante circunstancias similares seguimos alerta. Nos sucede algo que hace saltar la chispa y nos ponemos en guardia porque pensamos que va a repetirse algo que no queremos que suceda. Pero a diferencia del perro de Palov, nosotros no sólo actuamos, si no que antes de actuar empezamos a darle vueltas a la cabeza y a pensar el por qué de un acontecimiento. Por supuesto, lo que nos ronda en la mente no es ni de lejos, la opción más simple, pero como dice el dicho, piensa mal y acertarás y al final acabamos creyéndonos nuestros propios cuentos y enfadándonos sin motivo, porque ... a veces las cosas sólo suceden en nuestra cabeza ...

Aquí, a mi pobre amigo, su amiga especial llevaba todo el día sin cogerle el teléfono ... la historia que se ha montado cualquiera se la puede imaginar, consecuencia de una mala experiencia anterior. La historia real: ella se dejó el móvil en mi casa ayer en silencio ... la solución: fácil gracias a dios.

Seguro que con los perros es más fácil, por eso Palov los usó a ellos y no a nosotros ... porque no saben como usar el móvil.

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