viernes, 25 de junio de 2010

No fue un sueño

El sábado estaba en la cama y escuché tu voz. Clara, fuerte. Nada de susurros, nada de creer que la escuchaba. La estaba oyendo. Escuché como me decías “bona nit princesa”. Te juro que te escuché y no quería abrir los ojos para que no desaparecieras. Seguí con los ojos cerrados, metida en la cama, escuchándote. Me encanta tu voz ronca y ese acento medio andaluz medio catalán que se te ha quedado con los años. Me gusta hablar contigo. Mezclar los idiomas.

Empecé a contarte cosas. Cosas intrascendentes. Lo que había hecho en el día, tonterías, nada importante. Luego empezamos a hablar de mamá y papá, de la tita, de mi hermana, del resto de la familia que construisteis hace más de 40 años unos amigos y que sigue unida, más que si fuera una familia de sangre. De que Nacho se casa, de que a mi no hay quien me case -“mejor, eres la más lista, no te dejes atrapar” me dijiste, como siempre me has dicho-. Nos reimos recordando el bautizo de Linda y Curro (donde tú ejerciste de cura), de aquella pelea de sandías …

Te escuchaba, pero no podía olerte y tu olor es característico, es el olor de mi tito Moncho. Y ese olor no estaba. Y de pronto, me di cuenta de que me lo estaba imaginando todo. De que ya no estás. Fui consciente, por primera vez en casi dos meses de que no voy a volver a verte, de que no vas a estar en las próximas reuniones, de que no vas a venir a buscarme para que te huela …

Quizá este tiempo me he inventado otro dolor, otra pena y me he aferrado a ella, porque dolía menos, porque no quería enfrentarme al auténtico dolor. Por primera vez, me ha dolido desde aquel día. Esta vez el he notado el auténtico vacío y la desesperación, porque esta vez me he dado cuenta de que no voy a despertarme y vas a estar ahí. Porque ahora sé que no ha sido un mal sueño. Porque no tengo otras pesadillas a las que agarrarme

De todas formas, creo que esa conversación no me la inventé, que fue real y que viniste a despedirte.

T’estimo tito Moncho.

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