A veces la vida es justa, otras injusta y otras veces, como hoy, las injusticias se transforman en gritos de justicia y reconocimiento. Me refiero al caso del profesor Neira. Un hombre que por defender algo que creía injusto se convirtió en víctima de aquella injusticia y de lo que vino después. Una mujer que no quiso agradecer lo que él hizo por ella y que por hacerlo estuvo a punto de perder la vida.
Por suerte, la vida a veces es justa y hoy, día en que cumple años, el profesor ha salido del hospital. Cambiado, más débil, con ocho meses menos de su vida a sus espaldas que no recuperará, pero con fuerzas (al menos eso me ha parecido), vivo y sobre todo humilde. He visto a un hombre humilde que pedía que le presentaran a ese héroe que él no conocía. Un hombre que ha reconocido que volvería a hacer lo que hizo. Un hombre que nos ha dado a todos una lección de lo que se debería hacer. Una mujer, la del profesor, que a pesar de todo, nunca ha perdido la esperanza y nunca ha demostrado odio, ni hacia el agresor ni hacia la persona que nunca agradeció aquella acción.
Me alegra saber que a veces las injusticias tienen final feliz. Me alegra saber que hay esperanza y gente buena en un mundo que a veces se me hace insoportable.
Felicidades profesor y gracias en nombre de quienes sí sabemos agradecer las cosas.
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