jueves, 4 de febrero de 2010

Me bajo en Oporto

Viernes 23 de enero, 3 de la tarde. Cojo mi metro de vuelta a casa. Lleno a más no poder. En Alonso Martínez sube un rostro sin nombre. Primero miradas furtivas hasta que de pronto, me canso y pienso "que no, que a ver quien aguanta más". Le echo narices y lo miro fijamente. No sé cómo lo hice, siempre pierdo cuando trato de aguantar la mirada, no por nada, si no porque siempre acabo riéndome. Y esta no iba a ser una excepción: me entró la risa floja. Bajo la mirada y pienso "la has cagado, va a pensar que eres tonta de remate o que no estás bien de la cabeza". Consigo echarle valor y volver a mirar, consciente de que ya no me sigue el juego y que no estará mirando (hemos quedado en que piensa que soy tonta o estoy loca). Miro y no, sigue mirándome! ¿Qué hago? Yo no contaba con esto! Por la impresión o quizá por la vergüenza anterior, consigo no reírme y sólo sonrió. Él también me sonríe.

Próxima estación, Pirámides. Próxima estación, Urgel ... Mientras tanto pienso en cuándo se bajará. Sigo ahí, sorprendida de que siga mirando y siga sonriendo. Plantada, sin hacer nada, sin decir nada. Próxima estación, Oporto. Se da la vuelta y se gira hacia la puerta. Pienso "ya está, se ha acabado". Vuelve a girarse. Vuelve a mirar y a sonreír. Hace una mueca como diciendo "pues aquí me bajo". Respondo con otra similar, pero sigo parada. Se vuelve a girar y se abren las puertas. Sale. Vuelve a girarse y mira. Sigo mirando, sigo parada. Sigo dentro del vagón. Se cierran las puertas y él sigue allí, parado, al otro lado, mirando y me dice adiós. Sigo mi camino.

¿En qué momento me quedé tonta del todo? Un par de días antes leí algo en el blog de Guille que me sorprendió. En resumidas cuentas, un encuentro con alguien en el metro y un cúmulo de indecisiones "me bajo, no me bajo" que finalmente no acabaron en nada. Viniendo de Guille me sorprendió. Si me lo hubiera contado en persona le habría cortado antes del final y le habría dicho "y te bajaste y hablaste con ella, no?", pero no, no se bajó y continuó su camino. Cuando lo leí pensé: Guille está atontao, yo me habría bajado ... y no, no me bajé.

Ahora lo busco entre los viajeros que entran en Alonso Martínez y en los que salen en Oporto, pero no, no aparece. Ahora pienso en lo grande que es un metro (cuando en hora punta nunca lo he pensado) y lo complicado que es coincidir en el momento exacto y en el vagón exacto.

Pero sigo esperando al viernes. Eso sí, esta vez me bajo en Oporto.

2 comentarios:

MaTT dijo...

Jurrrrr

Siempre me ha dado musho morbo eso de conocer a una, hasta entones, desconocida y que de ahí salga una torrida historia, pero... Ná de ná.
Me recuerda a ese corte taaaan bueno de 'El columpio'.
http://www.youtube.com/watch?v=c7r2cJZ9M_I

Un beso grande desde África.

JoSe.

De pensamientos y sueños dijo...

No te quejes ... tú tuviste tu "historia" en el Transiveriano.... jajajajaja!