lunes, 26 de julio de 2010

Now, if you don't mind, leave




Creo que todas las pérdidas, ya sean de un amor o de un ser querido, traen consigo una mezcla de sentimientos que van pegados de forma irremediable a palabra pérdida: dolor, resignación, impotencia y rabia.

No puedo escuchar esta canción (digo escuchar, no oir) muy a menudo, porque siempre me hace llorar. Creo que aglutina en pocos minutos todos esos sentimientos desgarradores. Me devuelve a ese estado de pérdida. Me va cogiendo por dentro y al final me deja con la sensación de que debo soltar todo lo que me ha dejado por algún lado y siempre rompo a llorar ...

Aunque no supiera lo que dice, creo que transmite todo eso ... no voy a tratar de explicar en qué parte de la canción habla de qué ... A mi sé de qué me habla. A mi siempre me duele y sé por quien me duele ...

sábado, 24 de julio de 2010

El mercadillo de los besos: abierto

Yo guardo besos, ya lo he dicho, para cuando los necesito, de las personas a las que quiero. Los voy usando, administrando, racionando, para que no se me acaben, para que duren hasta la próxima vez que vea a esa persona y pueda reponer el stock.

Tengo varias cajas de besos: la de mis padres, la de mi hermana, la de mi cuñado,la de mis familiares, la de mis amigos-familia, la de mis amigos ... Esas cajas se rellenan cuando estoy con ellos. Los beso el doble para que así esos besos de sobra se acumulen en sus cajas correspondientes.

También tengo una caja de besos no dados. Esos besos son míos para otras personas. Besos que nos gustaría dar, pero que quizá no sabemos ni a quien, a lo mejor ni siquiera conocemos al receptor de esos besos. Pero están ahí, guardados con ilusión, porque si algún día surge la ocasión sabremos perfectamente el beso que utilizar.

Aunque estos besos no dados caducan. Al principio estan cargados de energía, cargados de ilusión, de fantasía ... pero con el tiempo, guardados en una caja, pierden fuerza. Como el cava, que si no se consume acaba perdiendo sus burbujas y su sabor se vuelve añejo ...

Por eso he pensado que debería existir un lugar donde poder intercambiar esos besos no dados. Un lugar en el que todos los que guardamos esos besos podamos intercambiarlos. Cambiando de dueño, cambiando de boca que los dé, volverían a ser fuertes y emocionantes, volverían a ser nuevos. Las cosas que nos parecen viejas e insulsas por la costumbre de verlas suelen ser emocionantes y bonitas para aquellos que las ven por primera vez, así que imagino que lo mismo debe pasar con los besos.

Sería bonito un mercadillo de besos, abierto los domingos por la mañana, con cartelitos del estilo "cambio besos de amor por besos de pasión" o "se cambian besos de ternura por besos de judas" ...

No sé, a mi la idea me parece chula. Así podríamos cambiar nuestros besos en esos mercadillos y quizá conocer a quienes soñabamos como receptores de los mismos ... puede que algún día lo veamos ... quien sabe.

viernes, 23 de julio de 2010

When it's good ... when it's gone

Para qué decir nada ... simplemente genial.


sábado, 17 de julio de 2010

Desde el otro lado de los sueños

4.27 a.m. A veces qué inteligente puede ser el cuerpo humano (o qué torpe, según se mire) para despertarse siempre a la misma hora. Ni un minuto arriba ni un minuto abajo. Exacto, a las cuatro y veintisiete de la madrugada. Llevaba despertándose a esa hora cuatro días. No sabía ni por qué se molestaba en mirar el reloj de la mesilla, esquivando su cabeza para poder ver la hora. Siempre era la misma. Empezaba a dar vueltas en la cama, con cuidado, para no despertarlo. Empezaba a rumiar ideas. Hacía una lista interna con cosas que hacer al día siguiente … no conseguía volver a dormir.

Así que aquella noche decidió levantarse, en parte para no estorbar, en parte para ver si cambiando su rutina conseguía romper la maldición de las 4 y 27.

Se deslizó por la cama sin hacer ruido. El calor era sofocante, pero no le molestaba. Descalza y desnuda salió de la habitación. Tampoco sabía muy bien qué hacer sin hacer demasiado ruido.

Cogió un cigarro y se asomó a la ventana de la cocina. Hay cigarros que saben distintos. Duran más, saben más, te relajan más. En la oscuridad de la noche, a través de la ventana, ese cigarro era como un pequeño faro que se encendía y se apagaba con cada calada. Nada en el horizonte, salvo miles de estrellas. Silencio absoluto, salvo unos cuantos grillos que como ella no conseguían dormir. A esas horas, en esa situación, habría deseado vivir en una gran ciudad y poder observar el ajetreo de aquellos que no duermen para entretenerse. Pero no, no había nada que mirar, salvo las estrellas parpadeantes sobre un cielo negro como el carbón. “No, no me gustan estas vistas. No me gustan ahora. No necesito paz en este momento, o al menos, no necesito esta paz.”

Apagó su cigarro y cogió otro. “Cambiemos de escenario“. Si algo le gustaba de aquella casa era su situación y la orientación de sus ventanas. Unas mirando al norte, donde se podía intuir la inmensidad de las montañas, donde la palabra infinito cobraba fuerza. Otras, hacia el sur, hacia el mar, hacia su mar, donde la fuerza de las olas a veces la quebraba por dentro y donde otras veces, la calma se hacía presente, calmándola también a ella.

“Veamos lo que tenemos en este balcón, cambiemos de rumbo. Viajemos al sur“. Mientras encendía el segundo cigarro su mar la saludó. El olor a salitre inundó sus pulmones. Se dejó llenar de mar. Se apolló con las manos en la barandilla, sacó casi medio cuerpo fuera e inspiró. Le encantaba esa sensación. Desde que una vez vivió alejada del mar repetía ese ritual siempre que tenía ocasión. Llenarse de mar, dejarse poseer. La luna, creciente, se desquebrajaba en un mar intranquilo. “Me gusta que andes revuelto, tú tampoco puedes dormir, eh?” cambió de posición para estar más cómoda. Se relajó y continuó mirando, intuyendo a las olas romper. Sólo había una cosa con la que conseguía estar no haciendo nada y perder la noción del tiempo: mirar el mar.

Así estuvo, no supo cuanto tiempo, hasta que una sonrisa callada la devolvió a su balcón. “vuelve a la cama, ya has dado muchas vueltas esta noche”. Ella sin girarse sonrió. Él siempre dijo que le gustaría poder observarla sin que se diera cuenta cuando se despertaba insomne y esta vez lo había conseguido. Lo había observado todo a través un pequeño agujero desde el otro lado de los sueños.

lunes, 5 de julio de 2010

Me quedo con ...

Me quedo con la sonrisa de tus ojos, con tus ganas de contarme, con mis ganas de escucharte, con nuestras críticas constructivas.

Me quedo con tu intuición para las historias, con tu manera de contarlas.

Me quedo con el amigo que ahora eres, que dejó de ser un desconocido el día que me permitió entrar en su vida con mi espíritu curioso y no le importó.

Me quedo con mi forma de ver el mundo a través de tus ojos.

Me quedo con sabernos muy iguales en las cosas importantes, con entendernos aún sin decir nada.

Me quedo con los sentimientos de ahora, que son hijos de los sentimientos que hubo.

Me quedo con tus sueños y con los míos y con la certeza de que algún día los conseguiremos, aunque no sea juntos.

Me quedo con un mantel emborronado de frases, pensamientos y números de lotería.

Me quedo con los miles de temas pendientes que nos seguirán surgiendo en nuestras conversaciones y que seguiremos guardando para cuando nos veamos.

Me quedo contigo, libre y viajero, porque no serías tú de otra manera.

domingo, 4 de julio de 2010

Mi hermano mayor ... veinte años después

Por mi experiencia en la vida, me he dado cuenta de que hay ciertas personas que - todavía no he descubierto la verdadera razón - te llegan de una manera especial, te gustan aún sin conocerlas más que apenas de vista, te resultan familiares, cercanas... Tal vez sea su físico, sus gestos, su timbre de voz o su forma de moverse, pero te resultan atractivas nada más verlas por vez primera; y, a poco que cruces con ellas unas pocas palabras, sabes (intuyes) que sois afines, que podríais congeniar, que tenéis cosas en común. Incluso sin cruzar palabra alguna: alguien que se sienta frente a ti en el metro; un dependiente tras un mostrador cualquier tarde de compras; una actriz a la que entrevistan en la tele, alguien que te sonríe por la calle...Pues eso me pasó siempre con Marcos.

Yo entonces era una niña, tendría 10 años y él era ya un adolescente, pero a pesar de la diferencia de edad, siempre hubo una conexión especial. Me gustaba estar con él, quizá porque no me trataba como a una cría sino como a un igual ... era como un hermano mayor para mi, yo como su hermana pequeña.

Estuvimos en contacto durante un año más o menos y luego desapareció. Se mudó y no sabía (creo que ni me lo planteaba) a donde había ido, porque con esa edad no piensas demasiado en las personas que son importantes en tu vida.

A los años, quizá tenía yo 20, una noche volví a encontrármelo y no fue como encontrar a un desconocido. Empezamos a hablar como si el tiempo no hubiera pasado, como si esos años de impás no hubieran existido, como si nuestra amistad, entre una niña y un adolescente, hubiera madurado durante ese tiempo. Recuerdo con nitidez aquella noche, aquella conversación. Hablamos de lo que había sido de nuestras vidas, de lo que habíamos hecho, de lo que estábamos haciendo. De los amores y desamores, de lo que esperábamos de la vida ... me encantó reencontrarlo. Fue como recuperar a mi hermano mayor, cuando pensaba que lo había perdido para siempre. Quedamos en volver a vernos y no recuerdo muy bien por qué no fue así. Fuimos dejando pasar los días, supongo ... y de nuevo nos perdimos la pista.

Esta vez sí que me importó más. Esta vez sí que fui consciente de que él era una pieza importante de mi vida, porque existía esa conexión que por suerte no se da siempre entre las personas y que es lo que hace que cuando encontremos a alguien especial nos demos cuenta de que lo es.

Durante todos estos años, muchas veces, me he preguntado qué habría sido de su vida. Es curioso como a veces nos gustaría saber qué ha sido de personas con las que hemos pasado muy poca vida y no de aquellos que deberían ser importantes, teniendo en cuenta el tiempo que hemos compartido. Como dice una canción “hay gente que no consigues olvidar jamás, no importa el tiempo que eso dure”. Debe ser que por muy poco tiempo que pasemos con alguien, si existe esa conexión da igual la edad, el sexo o el tiempo transcurrido. Esa sensación de que ese alguien es especial se te queda marcada a fuego.

Más de veinte años después de nuestro primer encuentro, las nuevas tecnologías nos han hecho volver a encontrarnos. A través de amigos de amigos de amigos ... bendito facebook!!! y ha vuelto a ser como aquel segundo encuentro. Una década o más de cosas que contarnos pero con la sensación de que no ha pasado el tiempo, de que esa conexión sigue intacta. Hemos tratado de ponernos al día, aunque seguimos en ello y hemos hablado de esa conexión, que subjetivamente conocíamos, pero que no sabíamos si el otro también sentía ... y sí, era mutua.

Al leer sus correos me doy cuenta de que esa intuición inicial no fue errónea, somos muy iguales. Nuestras vidas han evolucionado de una manera muy similar sin saberlo.

Me gustó lo que me dijo en su segundo correo: “veo tus fotos y ¡eres tú! tienes la misma cara, las expresiones que recuerdo, esos ojillos y esa sonrisa enorme siempre en tus labios. Y me doy cuenta que sigues teniendo ese "algo especial"... “ Me gustó porque sentí lo mismo cuando lo vi por tercera vez, que a pesar de los años sigue siendo él, que seguimos siendo los mismos y no hemos cambiado. Sigo sintiéndolo igual de cercano que hace veinte años, quizá porque nuestra esencia, lo que somos, no ha cambiado en absoluto.

Me encanta saber que mi “hermano mayor” es feliz y que cuando no lo ha sido ha salido de sus infelicidades con algo bueno aprendido ... Tiene un niño precioso, una mujer encantadora (con la que vive en pecado, no esperaba menos de él ... jeje). Lo siento feliz y sereno ...

He tenido mucha suerte en volver a encontrarlo, sobre todo teniendo en cuenta que la vida, en raras ocasiones, nos da tres oportunidades.

Esta vez no piens perderle la pista.