martes, 29 de junio de 2010

Las cosas que nunca te dije




Allá en el fondo, todas las palabras que dijimos, y de las que ya no guardamos recuerdo, duermen bajo las aguas.

Duermen aquellas que no supimos decir y esperan su tuno para salir a flote.

Las cartas que hemos roto, las no recibidas y las veces que hemos dicho adiós.

La pena que sentimos y que hoy al recordarla nos parece pequeña.

La risa o el llanto que no llegó a brotar.

Todo duerme allí, en es fondo.

domingo, 27 de junio de 2010

Barcos que se cruzan en la noche

Artículo de Rosa Montero en El País Semanal (27/06/10)

Una amiga mía, la escritora francesa Myriam Chirousse (preciosa su novela Vino y miel, en Alfaguara), me ha enseñado un dicho inglés que yo no conocía: ships passing in the night, barcos pasando en la noche. Se trata de una metáfora para describir los desencuentros que el azar procura; puede referirse a cualquier cosa, una amistad que no cuajó o un trabajo que no salió por pura mala suerte, por no estar en el lugar adecuado en el momento adecuado, pero por lo visto la frase se utiliza sobre todo para los asuntos sentimentales. Y sin duda es ahí, en el estremecido e incierto territorio del amor, en donde la imagen adquiere mayor emoción: es fácil visualizar dos grandes trasatlánticos cuajados de luces cruzándose en el mar, demasiado lejos el uno del otro, y perdiéndose lenta y majestuosamente en la noche oscura, sin haber tenido otro contacto que el eco lejano, casi idéntico, del ulular de sus sirenas.

¿Y por qué esta escena nos resulta más conmovedora si la dotamos de un contenido amoroso? Pues probablemente porque partimos de una viejísima leyenda profundamente hincada en nuestra conciencia: la ilusión del otro que nos completa, del alma gemela que supuestamente nos espera en algún lado, de ese ser tan idéntico a nosotros que podría ser nuestra consabida media naranja. Se han rodado decenas de películas románticas y se han escrito infinidad de novelas rosas abundando en la misma ñoñería, en la idea de que existe un ser predestinado para ti que anda dando tumbos por la Tierra y al cual conocerás si tienes suerte (y por cierto que haría falta tener muchísima suerte para colisionar en tu breve vida con ese único individuo entre los 6.000 millones de habitantes del planeta). Y es el peso de esta leyenda lo que cargaría de tragedia el ciego entrecruzar de barcos en la noche. Maldición, para una vez que te topas con el hombre o la mujer de tu vida, ¡resulta que por algún casual y menudo desencuentro no llegas a hablar, a quedar, a poder establecer una relación! Sudores y temblores.

La idea de la media naranja es un ensueño disparatado, pero también profundo y antiguo y poderoso, porque la pasión siempre es fusional, porque al amar queremos deshacernos en el otro, porque es fácil que te ciegue el espejismo de la semejanza con el amado. Cuántas veces, al empezar una relación, repetimos llenos de entusiasmo a quien nos quiera escuchar la lista de todos los detalles que nos unen: ¡A los dos nos encantan las películas de ciencia-ficción! ¡A los dos nos gusta bailar! ¡Hablamos los dos inglés! Y nos las apañamos de maravilla para ignorar todo lo que nos separa, esa lista de diferencias fundamentales que luego también endilgamos a los pacientes y resignados amigos una vez que hemos roto: ¡era un bruto insensible incapaz de leer un solo libro! ¡Se pasaba las horas sin hablar una palabra! ¡No tenía el menor sentido del humor!

Ah, sí: ¡cómo ansiamos que nuestros amados se nos parezcan! Si pudiéramos de verdad identificarnos totalmente con alguien, si consiguiéramos unirnos a ella o a él como el dedo a la uña, nos libraríamos de la terrible soledad existencial y de la muerte que nos espera muy dentro de nosotros, agazapada. Tal vez este anhelo de la pareja idéntica no sea más que un recuerdo enterrado en nuestras células, la añoranza del útero materno, la borrosa nostalgia de ese tiempo primero en el que fuimos dos siendo sólo uno. Todos hemos sido expulsados del paraíso, y el Edén estaba hecho de carne y agua tibia; y quizá nos pasemos el resto de nuestras vidas buscando un sustituto para ese corazón que latió durante algunos meses junto al nuestro.

Luego, en realidad, nos las apañamos como podemos con lo que hay. Y nos las apañamos bastante bien, porque los humanos somos animales adaptativos por naturaleza. Quiero decir que si hay un pueblecito con treinta habitantes en mitad del desierto australiano, y no vive nadie más en cuatrocientos kilómetros a la redonda, y en el pueblo sólo hay dos adolescentes de la misma edad, es casi seguro al cien por cien que esos dos chavales van a enamorarse. Queremos querer, necesitamos querer, y lo hacemos pase lo que pase. En una gran ciudad y con una existencia más movida que la de esos supuestos adolescentes australianos, las posibilidades de elección son mucho más amplias, desde luego, pero eso no asegura un éxito mayor de la pareja. Yo creo que, en realidad, y a partir de una base mínima de compatibilidad, las relaciones dependen sobre todo de lo que uno haga con ellas. De lo que sepas dar y lo que hayas aprendido a esperar. Total, que no hay un solo trasatlántico en la noche. Digamos más bien que estamos instalados en mitad de una ruta oceánica, y los barcos vienen y van con las orquestas tocando confusa y ruidosamente.

viernes, 25 de junio de 2010

No fue un sueño

El sábado estaba en la cama y escuché tu voz. Clara, fuerte. Nada de susurros, nada de creer que la escuchaba. La estaba oyendo. Escuché como me decías “bona nit princesa”. Te juro que te escuché y no quería abrir los ojos para que no desaparecieras. Seguí con los ojos cerrados, metida en la cama, escuchándote. Me encanta tu voz ronca y ese acento medio andaluz medio catalán que se te ha quedado con los años. Me gusta hablar contigo. Mezclar los idiomas.

Empecé a contarte cosas. Cosas intrascendentes. Lo que había hecho en el día, tonterías, nada importante. Luego empezamos a hablar de mamá y papá, de la tita, de mi hermana, del resto de la familia que construisteis hace más de 40 años unos amigos y que sigue unida, más que si fuera una familia de sangre. De que Nacho se casa, de que a mi no hay quien me case -“mejor, eres la más lista, no te dejes atrapar” me dijiste, como siempre me has dicho-. Nos reimos recordando el bautizo de Linda y Curro (donde tú ejerciste de cura), de aquella pelea de sandías …

Te escuchaba, pero no podía olerte y tu olor es característico, es el olor de mi tito Moncho. Y ese olor no estaba. Y de pronto, me di cuenta de que me lo estaba imaginando todo. De que ya no estás. Fui consciente, por primera vez en casi dos meses de que no voy a volver a verte, de que no vas a estar en las próximas reuniones, de que no vas a venir a buscarme para que te huela …

Quizá este tiempo me he inventado otro dolor, otra pena y me he aferrado a ella, porque dolía menos, porque no quería enfrentarme al auténtico dolor. Por primera vez, me ha dolido desde aquel día. Esta vez el he notado el auténtico vacío y la desesperación, porque esta vez me he dado cuenta de que no voy a despertarme y vas a estar ahí. Porque ahora sé que no ha sido un mal sueño. Porque no tengo otras pesadillas a las que agarrarme

De todas formas, creo que esa conversación no me la inventé, que fue real y que viniste a despedirte.

T’estimo tito Moncho.

martes, 22 de junio de 2010

Porque nunca me gustó la sopa de cebolla








No pienses demasiado qué pasará en el futuro, porque el futuro es incierto y nos tiene miles de sorpresas preparadas que nos rompen los planes hechos en un presente cierto.

No pongas la venda antes de hacerte la herida, porque puede que sea una venda malgastada y la necesites más adelante.

Disfruta el presente, disfruta el momento. Disfruta lo que tienes ahora, porque en un segundo ahora será pasado y habrá desaparecido.

No esperes a mañana, porque mañana a veces no llega o llega demasiado tarde.

Los coyotes no existen y por tanto no hay segundas oportunidades, a veces sólo hay una, otras ni siquiera eso.
Apuesta por las cosas cuando las tienes delante.

No dejes que pase por debajo de tu ventana sin pedirle que se quede contigo, ni que suba a tu coche sin que emprendáis una urgente huida.

Recuerda que los amores cobardes no llegan ni a amores ni a histórias; se quedan ahí, ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar.

domingo, 20 de junio de 2010

No pay, no game. Duele, su puta madre

Hasta que un día te levantas y el cadáver ya no está ... gracias a dios. Toda herida necesita doler para que cure ...
He vuelto!



Cuando ella me abandono,
yo a mi vez me abandone,
mi melancolía y en mi barba de tres días,
y alrededor de tus labios un circulo rojo como los bollos.
A quien le amarga un dulce como tu?, como tu? Como tu?.

Antes de olvidarte,
tengo que llorarte la piel,
no pay no game, duele su puta madre,
cada vez me importa menos donde meto la nariz
siempre amanezco al lado de un cadáver,
y entre flores muertas y martelos
te hecho de menos, sincero,
como Penélope en la estación del ave, sí

No se quien soy,
no se quien fui,
a veces pienso
en los lugares donde dices que estuve,
llegamos alto, con las estrellas,
me confundí entre ellas,
vomite todo el champagne,
sobre tu alfombra persa,
muñecos rotos

domingo, 13 de junio de 2010

Feliz cumpleaños

Estaba agotada de luchar contra su instinto, de luchar contra su cabeza. Agotada. Sólo quería dejarse llevar y que todo pasase. Sólo quería dormir hasta que no doliese. Pero sabía que no era posible.

Sentada en su sofá, con la mente en blanco, con la mirada perdida en la pantalla apagada del televisor, sin pensar en nada… así llevaba cuatro horas y cuatro más que seguiría si así conseguía descansar. Pero cada cierto tiempo su lucha interna volvía a apoderarse de ella. Una y otra vez. Esa necesidad de gritar. Esa necesidad de hacerse un ovillo y que todo terminase pronto. Pero no acababa y cada vez el dolor aparecía con más fuerza.

Sonó el teléfono por enésima vez. Para qué cogerlo. No quería hablar con nadie. Tampoco quería estar allí, aunque realmente no quería estar en ninguna parte. Quería huir, pero era imposible, ya que no podía separarse de su dolor y de eso era precisamente de lo que quería escapar. Quería escaparse de sí misma. Desaparecer de su cuerpo, que se quedara allí mientras ella volaba a miles de kilómetros de distancia. O quizá no fuera necesario ir tan lejos, puede que sólo fuese necesario alejarse unos metros … olvidarse, por unas horas aunque fuera, de lo que había pasado y sobre todo, de lo que iba a pasar.

Le esperaba aún lo peor. Escuchar el silencio, ver el aire a su alrededor parado porque nada se movía, porque no había nadie que lo moviese salvo ella. Encontrar fantasmas detrás de cada puerta, dentro de cada cajón, al doblar cada esquina. Quedaba lo peor, siempre y cuando el dolor que sentía en ese momento no la devorara antes y terminase con ella.

Quería desaparecer y no podía. Estaba allí, sobre el sofá, encendiendo un cigarro tras otro, abrazada a su cuerpo, abrazada a un cojín que aún conservaba su aroma, sin sentir nada más que dolor.

Tenía que ponerse en marcha, ya casi era la hora. Se puso sus vaqueros y su camisa preferida. Se maquilló. Quería que él la viera radiante. Bajó las escaleras como un zombi. Abrió la puerta de la calle y el sol casi la cegó, a pesar de que llevaba sus gafas puestas desde hacía tres días como parte ya de su rostro, los rayos atacaron como alfileres sus ojos inflamados de no dormir. Condujo como una autómata aunque sabía perfectamente donde terminaría el camino. Salió del coche y caminó hasta llegar a su destino.

Se sentó sobre el frío mármol y acarició las letras que formaban su nombre. Las ocho y cuarto. Justo a tiempo. Sacó del bolso una botella de vino y un par de copas y las llenó. Una para ella y otra para él. “Feliz cumpleaños” susurró. Como cada año, a las ocho y cuarto, el día de su cumpleaños brindaban y se limitaban a mirarse. Habían pasado tres días desde que él murió, pero no quería que aquella tradición muriese con él. Entonces, justo en aquel momento, el dolor cesó por un instante y por fin, rompió a llorar.

sábado, 12 de junio de 2010

Dos finales, una realidad.

Hoy el tema va de películas y como no, de relaciones.

Ayer, escuchando la BSO de “Once” de pronto me vino a la cabeza otra película “¿Qué les pasa a los hombres?”. Ya, ya, no tienen nada que ver la una con la otra, pero ... sí que tienen que ver, lo que no sé es si conseguiré explicarme.

Cuando vi “¿Qué les pasa a los hombres?" además de reírme mucho, pensé que debería ser una película que todas las madres les pusieran a sus hijas (no digo hijos, digo hijas) para que se fueran olvidando del príncipe azul y empezara a ver a la rana verde ... pero está claro que la peli tiene un fallo. Un GRAN fallo y es el final. Es como si se pasaran toda la película hablándote de lo malo que es el tabaco y al final el prota se fuma un paquete entero delante de tus narices... Más o menos eso es lo que pasa en la película: que el tipo se esfuerza durante toda la película en hacerte ver que si un tío te dice que no es que no y que no debes interpretar nada , ni siquiera lo que es realmente obvio y al final va el señor guionista, cuando tú ya estabas completamente convencida de que interpretar a los hombres es un error, y la caga, haciendo que el tío haga lo que una tía querría que hiciese. Vale que así el final queda más bonito (desde el punto de vista femenino), pero ¿es real? Pues va a ser que no, porque ¿cuántas veces después de dejarnos claro que no quieren nada con nosotras llaman a tu puerta y te dicen que no pueden vivir sin ti? En mi caso cero. Porque si algo tengo claro es que estas cosas no pasan y si pasan es sólo en las películas ...

También he hablado de Once. Conocí la banda sonora antes que la peli y la verdad, me encanta! Quizá por eso esperaba más de la película, aunque tampoco sabía de qué iba (me gusta ver las películas sin saber de qué van para que me sorprendan o no). La película en sí es buena ya que solamente por la música merece la pena verla. En cuanto a la relación entre los protagonistas, es del tipo de relaciones que me gustan entre dos personas. Comparten cosas. Se alimentan el uno de otro. Se admiran. Se crea un vínculo entre ellos especial que los hace necesitarse en cierto modo. Hasta que se conocen no se habían necesitado y después de hacerlo sienten que deben compartir con el otro gran parte de sus inquietudes, de su tiempo, de sus pensamientos ... te entran ganas de gritarles desde tu sillón “venga ya! Besaros!” pero el final me dejó fría. Nada de beso, nada de historia. Cada uno por su lado. ¡Pero bueno! Lo que pasa es que en el fondo esa es la realidad. Y no debería dejarme fría un final realista, pero lo hizo, porque me quedé como pensando “vaya mierda, con lo bien que estarían juntos!”

La realidad es la realidad y no los finales de las películas. Es mucho más probable que nadie llame a tu puerta para decirte que te necesita que que tu timbre suene y él aparezca. Es mucho más probable que la historia termine antes siquiera de empezar. La realidad, a grandes rasgos, son los finales infelices de las películas.

Como dice Drexler, hay que amar la trama más que el desenlace en la vida real. Como dijo Aute, los sueños cine son ... y supongo que para eso está el cine, para ver de vez en cuando nuestros sueños cumplidos, aunque sólo sea en la gran pantalla y no seamos nosotros los protagonistas.

miércoles, 9 de junio de 2010

Orgullosa, a medio camino.

Mi madre siempre me dijo que los treinta y tantos fueron su mejor época. Y no voy a llevarle la contraria ... están siendo mi mejor época también. Por supuesto, que lo que vivió mi madre no tiene nada que ver con lo que yo estoy viviendo. Para empezar ella tenía un marido y dos hijas y yo no tengo visos de pareja y de hijos mejor no hablamos ...Pero me gusta esta época y esta época es todo lo que he vivido también antes, que es lo que me ha hecho crecer.

Me he quitado muchos complejos, aunque mantenga otros, pero voy lidiando con ellos y alguno, al final, desaparecerá. Ya no me importa ir con un paraguas por la calle cuando llueve, ni preguntar cuando me pierdo, ni entrar sola en un bar por pensar qué pensarán. Ya no me da vergüenza saludar por miedo a que no me recuerden. Si no lo hacen recuerdo yo por ellos. No me importa lo que piensen de mi los desconocidos y sé que quienes me importan me dicen lo que piensan. No me importa reconocer que no lo sé todo, porque nadie lo sabe todo. Me siguen importando muchas otras cosas, pero tampoco me gusta ser perfecta ...

Me siento bien, aunque a veces tenga días chungos. ¡Es humano tenerlos! y lo mejor es que de esos días chungos aprendes, porque sales, los miras y te das cuenta de lo fuerte que eres cuando hace falta.

Tengo días rebeldes, en los que no estoy a gusto con mi vida y me gustaría cambiarla y mandarlo todo a la mierda ... pero incluso esos días rebeldes son buenos, porque hacen que me sienta viva, sentir que sigo siendo yo, inconformista, pero realista. Y a veces, estos días inconformistas se convierten en motor de nuevos proyectos que mastico en mi cabeza.

Sigo pensando (y estoy en lo cierto) que quien no me conoce cree que soy una cabeza loca, pero cada decisión importante la medito, lo que pasa es que lo que ocurre en mi cabeza sólo lo conozco yo y muchas veces sorprendo con algo que no parece meditado, pero a lo que llevo años dando vueltas.

Llevo vividas seis ciudades, unas con más pasión que otras. Cada una marcó mi vida. En cada una dejé algo. De todas tomé algo aunque fuera la certeza de que no estaban hechas para mi. A algunas vuelvo con la nostalgia del tiempo pasado, pero no pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor. Todas me traen recuerdos. Me evocan amigos, que siguen allí o que ya no están. A todas tengo que agradecerles que me dejaran escudriñarlas. A todas tengo que agradecerles una muesca en el alma.

Cargo a mi espalda incontables mudanzas que me han enseñado que el hogar no se forma de cosas materiales, si no de la esencia de quien lo habita. He aprendido a limpiar en cada una de ellas, tirando lo efímero, dejando atrás lo inútil, sabiendo que lo que no has necesitado en años no lo necesitarás en un futuro. Las cajas cada vez pesan menos, porque en mi mente va lo necesario.

Me empiezan a salir arrugas al rededor de los ojos, pero no me importa, porque las siento como marcas de todas las carcajadas que he sufrido y me gusta tenerlas, me gusta que se note que he vivido.

Mi corazón ha mudado varias veces la piel pero a pesar de ello no tiene callos, sigue sintiendo igual aunque de forma más madura, más consciente. Escuece y duele cuando la piel cae a tiras y se queda el corazón desprotegido, pero creo que eso es mejor que no sentir. Nunca he sabido dar sólo una parte. Forma parte de mi y nunca aprenderé porque no tengo nada que aprender. Soy así, aunque a veces me duela.

He dejado de fumar varias veces y muchas más lo seguiré intentando, hasta que un día lo consiga, quizá para volver a caer y volver a intentarlo.

Creo que he vivido con intensidad lo que me ha tocado vivir. Seguramente podría haber aprovechado más, aunque no me arrepiento de no haberlo hecho, así que estoy convencida de que he aprovechado.

Estoy orgullosa de lo que soy. Me gusta como soy. Me gustan estos años a medio camino entre “ara que tinc vint anys” y “fa vint anys que tinc vint anys”. Me gusta esperar, tal y como soy, el futuro. Un futuro que espero que no me cambie demasiado. Quiero seguir siendo así, seguir sintiendo así y seguir sintiéndome bien por ello.

martes, 8 de junio de 2010

¿Eres tú?

Había aprendido que correr bajo la lluvia no servía de nada, te mojas igual, así que ni siquiera aceleró el paso. Se limitó a seguir su camino. Lo malo de las tormentas de verano es que te pillan por sorpresa, medio desnudo y sin nada a lo que echar mano. Así se sentía en cualquier caso: medio desnuda y en mitad de su particular tormenta interior. Le pareció irónico que su estado de ánimo se apoderase ahora también del resto de su cuerpo. Se miró en la cristalera de un bar, como quien observa a un extraño. ¿Soy yo?

El pelo pegado a la cara, las gotas de lluvia recorriendo su rostro, el rimel corrido, la camiseta y los pantalones empapados. ¿Esa soy yo? Se acercó un poco más y reconoció su rostro en el cristal. Esos ojos no podían ser de otra. Sí, soy yo. Y sonrió. Le hizo gracia. Se hizo gracia. Y siguió parada.

A su alrededor todos corrían, pero ella estaba inmóvil. Permanecía quieta, en mitad de la plaza, frente a la cristalera, empapándose con las gotas que caían cada vez con más fuerza. Como si todo pudiera seguir el ritmo frenético que marcaba la lluvia salvo ella. Ella que, en su interior, también seguía parada mientras todo lo demás giraba.

Volvió a mirarse y volvió a sonreír. "Parezco una loca" y soltó una carcajada.

"Sí, la primera vez que te vi también pensé que estabas loca, pero te he seguido buscando en todos los vagones".

De pronto, a través del cristal, reconoció un rostro. También mojado. También inmóvil. También sonriente.

"¿Eres tú? Yo también te he estado buscando en todos los vagones de metro"

Y allí siguieron, inmóviles, bajo la lluvia. Uno al lado del otro.

lunes, 7 de junio de 2010

Cuando la magia está cerca: Sánchez, Ortiz y Ferrer

Vivir rodeado de arte a veces es bueno y otras no. Digo que no, porque como con todo, cuanto más te metes en este mundo, menos te impresionan ciertas cosas. Te vuelves más exigente y que las cosas te cojan por dentro es más difícil, aunque la semana pasada fue sorprendentemente “sobrecojedora”.

Empezó cuando vi una foto de mi amigo-hermano Javi. Me gusta mucho lo que hace y gracias a él he aprendido mucho y sigo aprendiendo. Me gusta que me critique y es de las pocas personas a las que acepto críticas sin rechistar. Como para no aceptárselas ... es más un lujo que una crítica que alguien con ese nivel opine sobre tus fotos de principiante. Para mi Javi es un poeta de la imagen ... Pues Javi colgó una foto que me cogió por dentro: unas vías de tren que se perdían en un túnel junto a una frase: “Entrar o no sólo depende de ti, vivir la felicidad o sumergirse en la mediocridad es tu decisión, no tu condena”. Sin palabras. Javi tiene ese poder sobre mi con algunas de sus fotos (la mayoría, aunque no todas). Sus fotos me gustan no porque sean buenas técnicamente sino por lo que me dicen. Me cuentan una historia que quizá no sea la que él tiene en mente ... pero es lo bueno de la subjetividad. Quizá Javi y yo tengamos formas muy parecidas de ver la vida y por tanto, de leer las historias que nos cuentan las cosas y las personas en ese instante mágico que recoge una foto.

Primer toque al corazón en lunes, que suelen ser días planos. Primera sonrisa en el corazón. Primera sorpresa agradable.

El martes Guille Ortiz iniciaba el ciclo Fuera de Contexto, un experimento extraño, no tanto tratándose de Guille, de música y poesía. Para ser sinceros, no me llamaba mucho, básicamente porque la poesía no me dice demasiado, no me toca, pero ya le había dicho a Guille que iría y con la ilusión que estaba poniendo, quería darle una oportunidad. Guille es de esas personas que desde el principio te inspiran confianza. Es un tipo con el que se puede hablar de cualquier cosa. Que le pone corazón (muy grande, porque tiene un corazón enorme) a todo lo que hace y que encima, lo que hace, lo hace bien. No sé porqué me sorprendí cuando lo escuché. Me quedé embobada escuchando su prosa poética, que no son más que historias bien contadas. Me gustó verle, porque últimamente no coincidimos demasiado y sobre todo, descubrirle en esta faceta suya tan desconocida para mi.

Segundo toque certero al corazón. Segunda sonrisa. Segunda sorpresa agradable.

La tercera sorpresa que me deparaba la semana no lo era tanto, ya que sabía desde hacía tiempo lo que iba a suceder. Sabía que iba a escuchar música en estado puro, tal y como yo la entiendo. Música tocada con el corazón, música que te hace sentir, porque quien la interpreta la siente. Viernes: concierto de mi amigo Antonio Ferrer. Antoñito, es un amigo recuperado después de muchos años, o más bien, descubierto. Antonio y yo, puede decirse que nos hemos criado juntos, aunque nunca fuimos amigos en el sentido estricto de la palabra. Más bien conocidos. Hemos vivido siempre en el mismo barrio y teníamos amigos comunes, así que si nos encontrábamos por la calle, nos saludábamos, nos preguntábamos qué tal la vida y poco más. Pero hace un par de años, la relación empezó a estrecharse y recuperamos los años perdidos. Fue un apoyo cuando me vine a Madrid y sigue siéndolo. Antonio es GRANDE y me siento afortunada de poder considerarme su amiga. Lo quiero con locura. Quizá por eso no sea objetiva o quizá por eso lo sea más, porque si algo no me gusta, se lo digo claramente y sin tapujos. El concierto del viernes fue todo un lujo. Verlo disfrutar encima de un escenario es algo que no tiene precio y viéndolo disfrutar disfrutas tú. Ya no sólo porque cante bien, toque que te mueres y sus letras tengan fuerza. No es sólo por eso ... es que cuando alguien transmite ese buen rollo es inevitable admitir que ese alguien es bueno. Y Antonio lo es. Así sin más: eres bueno y no lo digo porque lo piense, si no por todo lo que escuché aquella noche.

Tercer pellizco al corazón. Tercera sonrisa. Tercera certeza (que no sorpresa) agradable.

Que se aglutinen tantas cosas buenas en una sola semana podría considerarse una conjunción de astros, algo extraño que sucede a la vez en raras ocasiones. Pero la semana pasada sucedió y yo me alegro de haber estado en el momento preciso y en el lugar adecuado.