lunes, 31 de mayo de 2010

Tan distintos

Tengo el disco, que me regaló mi amigo Pablo, hace ya varios meses en casa. He escuchado a Pablo cantar muchas veces y seguramente esta canción la habré oíd , pero no la habría escuchado o quizá no tenía sentido entonces.

Pablo es un maquinón haciendo letras y ésta, mira tú por dónde, ha caído hoy en mis manos.

TAN DISTINTOS (Pablo Ager).

Dime cuándo sobrevuelas mi tejado
por si acaso hay suerte y te dejas caer.
Yo ya cuento con que me pille a desmano.
tú cuéntame lo que ves, si algún dia estás aquí.

Y dime a cuánto sale el metro cuadrado
de tu piel sin contar tu corazón
que es lo único que quiero regalado
o prestao sin condición

Y todo es tan difícil,
que no quiero que me explote entre las manos.
Si me juego la vida por tu sonrisa
tengo mucho más que ganar que perder.

Y somos tan distintos
que ahora no hay nadie que sea más parecido.
No quiero recordar lo que ha ocurrido
y tener que volver.

Guárdate el instante en que nos conocimos,
ya veremos quién tenía la razón,
que no es fácil hacerle caso al instinto
sin perder la condición del que acaba de nacer

Y por si vienes a horas intempestivas
yo paso los días sin ná que hacer
Y siempre dejo las luces encendidas
para poderte ver.

viernes, 28 de mayo de 2010

Fuera de lugar



Suena el teléfono y ahí está, tu “llamada diaria de revisión“. Como un reloj, a las siete y cuarto, minuto arriba minuto abajo.

Cómo cambian las tornas o más bien, cómo cambiamos nosotros. Hace años habría deseado esta llamada diaria que desde hace una semana haces. Ahora es sólo un juego entre viejos amantes y grandes amigos. Sabes que no hace falta que llames, que si te necesito te llamaré yo. Pero también sabes que me hace bien tu llamada, como me hizo bien perderme en tu abrazo aquella noche, cuando lo necesitaba.

Saber que estás es hasta divertido. Escucharte al otro lado del teléfono preguntar “qué rubia, mejor?” cuando conoces la respuesta. Me conoces, sabes cómo funciono. Que si me caigo me levanto y si me tiran me repongo. Igual que tú, aunque con lo grande que eres a ti te cueste más.

Me gusta sentarme en el sofá frente a ti (se me ve aún más pequeña a tu lado) y tratar de arreglar el mundo. Tu mundo o el mío, el que se haya estropeado en ese momento. “Ey, rubia, ya hemos pasado por esto antes, no?” me dices. Y sonrío, porque llevas toda la razón. La rubia lo sabe, pero a la rubia, igual que a ti, tampoco le gusta perder …

Vamos a la cocina “¿Otra cerveza?”. “¡Venga!”. Ahora te toca a ti contarme tu última conquista. “Yo flipo contigo … tío, eres un cabrón” … y me río yo ahora. Y te ríes conmigo. Vuelta al sofá. “¿y qué vas a hacer con ella? No seas un cabronazo … no se lo merece, no la putees” Más risas, porque los dos sabemos que no me vas a hacer ni puto caso. No sabes estar solo y cualquiera te sirve.

Me gusta esto que hemos creado con los años. Quién nos lo iba a decir … sin darnos cuenta, nos hemos convertido en tablas de salvación. Tablas a las que agarrarnos para mantener el equilibrio cuando lo perdemos. Me pregunto qué pensarán viéndolo desde fuera, pero la verdad, poco me importa. Hace ya tiempo que aprendimos a barrer los cristales rotos y a quedarnos con lo salvable … y hemos comprado cosas nuevas! Tiramos los rencores y los futuros juntos. El tiempo nos colocó donde debíamos estar. Grandes amigos, sin querer nada más, porque no puedo verte ahora de otra manera y me cuesta hasta pensar que hace años hubiera querido algo … no habría funcionado! Pero eso lo sabemos ahora. Antes no.

Suena de fondo Revolver, Fuera de Lugar. Pero no, no estamos fuera de lugar ahora mismo. Quizá desearíamos estar en otro lugar, en otra compañía, pero … no está tan mal este lugar, esta compañía.

Apuras mi cerveza. Hace ya un rato que estoy dormida. Me arropas y te vas a tu cuarto. Lo has conseguido, has matado mi insomnio, al menos por esta noche. Sé que sonríes, yo también lo haría.

Gracias Big, por estar.

lunes, 24 de mayo de 2010

Desnuda y con tacones

Trato de rellenar mis horas con algo. Con amigos, con conciertos, saliendo a disfrutar del sol, de mi nuevo entretenimiento. Pero a la vuelta de la esquina te apareces. Me surge el impulso de llamarte y contarte que he conseguido trepar sin caerme, que he mantenido el equilibrio, que he cambiado el peso de mi cuerpo en el momento justo, que me he armado de paciencia y no he tratado de hacer las cosas del tirón. De contarte que he leído algo que me ha recordado a ti. Que he escuchado algo nuevo que seguramente te gustaría. Siento nostalgia de esa cotidianidad que creamos. De esas llamadas diarias, de esas charlas a través de la pantalla, de esas conversaciones en el coche escuchando el intermitente de llegada a casa. Esa cotidianidad que se crea en la distancia. Esa cotidianidad que nunca tuvimos a diario. Pero despertar cada mañana sin sentirnos es demasiado complicado.

Tengo que llenar los vacíos que antes llenabas tú. A mis días ahora le sobran horas.
Echo de menos que me preguntes mi opinión sobre muchas cosas. Echo de menos preguntarte la tuya. ¿Sabes? Es lo que más echo de menos. Contarte. Leerte. Reírte. ¿Te lo puedes creer? Es lo que más me duele. No contar con tu opinión cuando la necesito o que no me la pidas cuando la necesitas. Gracias a eso aprendí a limpiar un poco y tú a entender que esta era mi manera de escribir. Que yo soy así y al final hasta te gustó.

Ahora necesito conseguir que lo cotidiano sea no llamarte, no sentirte, no preguntarte. Que los días vuelvan a tener veinticuatro horas y no sesenta como tienen ahora. Que el tiempo pase y vuelva su ritmo.

Quiero seguir sentada en aquella escalera buscando destinos. Pero nada es infinito.

sábado, 22 de mayo de 2010

Pista de frenado

Todos necesitamos una pista de frenado en nuestra vida. Un lugar, una época o una combinación de ambos, en la que no plantearnos absolutamente nada después de bajar una cuesta pronunciada, sin frenos y durante demasiado tiempo.
Las mentes, al igual que los cuerpos, necesitan reposo para continuar el camino. Un lugar en el que frenar, recuperarse, ordenarlo todo, mirar hacia delante pero sin pensar demasiado. Organizar la vida después de la bajada. Recuperar la vida. Mirarla desde fuera, para ver qué ha fallado, reparar heridas o simplemente respirar para recuperar el aliento.

Para mi Madrid se convirtió en esa pista de frenado. En ese lugar en el que reencontrarme con mi vida, con las partes que había perdido de ella, con las partes que quería cambiar. Ese lugar en el que pensar qué quería hacer. Ahora ya no la veo como ese monstruo que me devoró hace años, sino como una gran amiga que me ha sabido acoger y calmarme. Que ha mantenido conversaciones conmigo que me han hecho llegar a ciertas conclusiones.

Al principio pensé en quedarme en esta pista de frenado. La sensación de la frenada me vino bien, porque la necesitaba tanto... Me sentía entre algodones, arropada, cuidada ... pero ya no me siento así. No puedo acabar parándome del todo. No quiero acabar parándome del todo .

Creo que han sido ciertos acontecimientos los que me han llevado a pensar que ya es hora de plantearme ciertas cosas. La vida no es tan larga como pensamos y a veces incluso es demasiado corta. Siempre creemos que tendremos tiempo en un futuro, aunque la verdad es que nunca sabemos cual será ese instante en el que el futuro termine ... y puede que no tengamos suficiente tiempo para todas las cosas pospuestas.

Con la calma ha vuelto la percepción de la realidad. Después de observarla, sigo sin comprender mi vida. No me encaja o no encajo yo en ella. Puede que después de este tiempo de bajada sin frenos, la fuerza me haya cambiado a mi. Supongo que en parte es eso. Yo he cambiado y estas ropas ya no me quedan del todo bien. También ha cambiado mi entorno. No sé, siento que hay demasiadas cosas que no encajan. Aunque tampoco sé por dónde empezar, qué cambiar o mejor dicho, cómo cambiarlo.

Podría plantearme una huida a ningún lugar. Pero no, no es lo que necesito. Lo sé. No necesito huir porque no hay nada de lo que deba hacerlo.

Sólo siento que después de esta frenada, el puzle se ha ido completando, pero me faltan muchas más piezas de las que pensaba. He tirado muchas por el camino, lo sé, pero no eran las que formaban el dibujo ... Sé que me falta rellenar el puzle, pero tengo la sensación de no saber cómo hacerlo, de no saber dónde buscar las piezas ... de no saber montarlo.

Por el momento voy frenando y recuperando el ritmo, pero para tomar impulso.

viernes, 21 de mayo de 2010

Rebobinar

¿Cómo se vuelve atrás? Ya sé que es imposible, pero ¿quién no ha querido volver atrás más de una vez?. Y no se puede. No hay botón de rebobinado en la cinta de la vida. Las cosas que han pasado, pasadas están, con sus consecuencias. Con lo ganado y lo perdido. Con lo aprendido y lo que no hubiéramos querido aprender. Con lo sentido. Ahí está todo, formando parte de la vida, formando parte del pasado, condicionando si acaso el futuro, pero … ahí está.

Aunque, ¿quién no querría volver a ese punto de no retorno y no tomar la dirección tomada? Que todo quede como estaba al principio y que continúe así.

Pero no, no se puede. Tampoco puede considerarse algo como un paréntesis y que se retome la frase inicial como si el paréntesis no existiera. Eso tampoco. A lo largo del paréntesis las cosas han cambiado, para bien o para mal. Cambian las relaciones, las formas de interactuar. Se conforman cariños, odios, complicidades, rencillas … nada vuelve a ser lo mismo.

A toro pasado todo es tan fácil de decir, que hasta parece sencillo, pero no lo es. Porque hay más peso en las mochilas, porque las cosas no son como eran, porque no volverán a serlo.

Lo piensas bien y esos pequeños momentos de felicidad no compensan. No compensan para nada lo que pierdes. Porque por mucho que nos engañemos, ya nada es lo que era. Quieres volver a ese punto de inicio, a sentirte como entonces. Quieres mantener esa relación inicial, sin más carga emocional que la básica. Sin presión en el pecho, sin dolor, sin la impotencia de pensar que todo ha ocurrido por soñar quizá.

Me gustaría volver a llamarte por tu apodo sin que al hacerlo el mío se sintiera huérfano. Sé que el tiempo, al final, será el que rebobine hacia ese momento.

jueves, 20 de mayo de 2010

Los príncipes de Serendip

Hacía ya años que se conocían, pero no lo recordaban. Un breve instante, un vago recuerdo. Ella recordaba algo que él había dicho, sólo eso, nada más. No lo recordaba a él, aunque sí recordaba la historia. Durante todos esos años se había preguntado qué habría sido de él cada vez que pensaba en aquella frase que había hecho ya suya.

Cuando lo vio no lo reconoció. Nunca lo habría hecho. Él no tenía rostro, ni nombre, ni olor … sólo tenía una frase. Ninguno de los dos reconoció al otro. Tantos años, tantos rostros, tantas guerrillas … Él fue quien la recordó. Como un flash, una imagen olvidada de años atrás se fijó en sus retinas y lo supo. Supo que se conocían, que sus vidas se habían cruzado sólo un instante en un pasado no tan lejano. Un instante insignificante en una vida, un instante que pudo haber pasado sin pena ni gloria, pero que por alguna extraña razón ambos recordaban, aunque ella aún no lo sabía.

Él ya sabía quien era ella, ahora sólo tenía que decírselo. Entonces dijo aquella frase y todo encajó. Como el zapato de cenicienta, aquella frase por fin tenía un rostro reconocible.

Ella recordaba su expresión “amores de guerrilla” como algo que le llamó la atención, algo que le había gustado. Había pensado en esa frase muchas veces. No encontraba nada más acertado que aquella expresión, de alguien a quien no recordaba, para referirse a parte de su vida. Amores de guerrilla, bonita forma para llamar a algo no tan bonito, cuando ya estás cansado de ser un guerrillero ¿no?

Cada etapa de la vida tiene sus momentos y, aunque hubo un tiempo de guerrillas, ya se había cansado. Estaba harta de luchar en guerras que no eran las suyas, de ser una mercenaria, de no ganar nada (y tampoco perder) porque se retiraba antes de que la guerra terminase.

Si tenía que luchar en alguna guerra, entonces, que fuera la suya. Empezarla y conocer el motivo por el que la empezaba, conocer al enemigo y luchar. Luchar quién sabe hasta cuando.

Ambos habían cambiado. En aquellos años y también en los anteriores, la vida, el destino, la suerte, les había llevado por los mismos caminos, pero en distintos momentos. Curiosas coincidencias. Mismas ciudades, mismos países, distintas épocas. Como una persecución en la que siempre estás a punto de alcanzar el objetivo aunque sólo ves su espalda al alejarse corriendo. La vida da muchas vueltas y muchas veces para llegar a un lugar el camino más largo es el que realmente nos lleva a él.

Se preguntaba, incrédula, de qué forma la vida había girado de aquella manera para que ésta vez sí se encontraran, para que ésta vez coincidieran en espacio y tiempo. No salía de su asombro. Pero ahí estaban, en el curso de la persecución, cuando por fin volvieron a encontrarse. Sólo un instante, un momento, un suspiro. Después, de nuevo, una sombra que se aleja al doblar una esquina, dejando sólo su espíritu flotando en el aire. Una sombra a la que sigue sin atrapar.



lunes, 10 de mayo de 2010

Amar la trama más que el desenlace

Se llama ser feliz.
Y da igual ganar o no.
Da exactamente lo mismo.

(Vaivencida, 25/04/10)

miércoles, 5 de mayo de 2010

Así de rara ...

Recuerdo fechas de cumpleaños que no me interesan o no sé de quien son y olvido las importantes.

No soy capaz de felicitar a nadie ese día, y ya todos saben que no deben enfadarse si los felicito un mes antes o después. El hecho es que recuerdo felicitarlos, aunque no toque.

De las conversaciones importantes no recuerdo casi nada de lo que realmente me interesaría y querría recordar, pero recuerdo con nitidez lo que estaba viendo en ese momento, la postura de mi cuerpo o la forma en la que se movían las manos de mi interlocutor.

Puedo pasarme horas al teléfono o, por el contrario, no contestar ninguna llamada porque no me apetece hablar.

Tengo mil cosas en la cabeza, aunque rara vez alguna sale adelante, pero por si acaso, el resto ya las tengo pensadas.

Hablo con mi madre todos los días porque necesito escuchar la expresión de su sonrisa al descolgar.

No tengo raices en ninguna parte y las llevo en una maceta, porque así mis raices vienen donde yo voy.

No me siento de ningún lugar y estoy a gusto en casi cualquier parte, pero he descubierto que necesito ver el mar cada tres meses o me ahogo.

Prefiero una noche a la intemperie contemplando las estrellas a una cena en un restaurante de lujo.

Me gusta el olor de las sábanas limpias y planchadas, pero prefiero deshacer la cama y arrugar las sábanas.

Tengo una hucha cargada de besos que recolecto, para cuando los necesito y no tengo cerca a quien me los da.

Me gusta olisquear y guardar en el alma los olores de las personas a las que quiero, para poder recordarlos cuando no están a mi lado.

Odio la mentira de alguien cercano, pero no me importa que me mientan quienes no me interesan.

Odio el despertador a las seis de la mañana pero me encanta despertarme a las cinco y ver que sigues ahí.