viernes, 20 de marzo de 2009

Amigo César, ¿por qué tú?

Hoy me he despertado como cualquier día, he desayunado y he ido a trabajar, como cualquier mañana. Pero no, hoy no es ni será una mañana cualquiera. A las 10 me ha llamado mi amigo Keko. Ayer mismo nos mandamos unos mails hablando sobre su futura paternidad ... ayer mismo bromeábamos, ayer, como hace cinco minutos, tenía una sonrisa en el rostro y en el alma que ahora mismo no consigo encontrar. Me ha extrañado mucho su llamada, pero si ayer hablamos ... me ha pedido que me sentara ... cuando te llaman y te dicen que te sientes es mala señal. En este caso muy mala.

Cesar, nuestro amigo Cesar, se nos ha ido. ¡Joder Cesar! ... tío, no nos puedes hacer esto. ¡Tú no! Te has ido sin darte cuenta, de repente. Un aneurisma, que ni sé lo que es. Te has ido, colega, sin despedirte, sin dejarnos despedirnos, sin tantas cosas ...

Aún me acuerdo de aquella noche, Keko, tú y yo, que nos resistimos a cerrar los bares y decidimos abrir tu casa ... Contigo no había un instante de tregua ... pero si me salían agujetas en los mofletes cuando pasaba más de un día contigo! Es que a tu lado es imposible no reír. Cesar, cabronazo, ¿qué nos has hecho? Qué solitos nos dejas a todos. A tu mujer y a tus dos niños, a tu familia, a tus amigos ...

Quizá el que nos ponga fecha de caducidad a todos te echó el ojo desde el principio y decidió que te quería allí con él, porque un tío como tú es necesario cerca.

Nos dejas un hueco inmenso, grande como tú, como tu espíritu que lo llenaba todo, como tu sonrisa, como tu entusiasmo que sabías contagiar. Dejas un hueco que nadie va a intentar llenar, porque nadie quiere y porque no sería posible. Como dicen de la energía, que sólo se transforma, espero que toda esa energía tuya se quede por aquí, en tus hijos, en los que te conocimos, cuando te recordemos y no podamos evitar soltar una carcajada de las que provocabas siempre.

¿Sabes amigo? Me gustaría no llorar y reírme, pero me cuesta, pero por ti, porque sé como eres, voy a coger y me voy a tomar una (o dos) a tu salud y cada vez que me ponga triste intentaré contagiarme de tu energía y tu optimismo, que es lo que nos queda. Lo vivido y lo aprendido contigo.

Te quiero mucho amigo, guardarme en sitio cerquita, que no quiero perderme ni una de las anécdotas que aún te quedan por contarme ...

No hay comentarios: